11 DÍAS – Cuando no sabes dónde estás, Vasilika

Cuando no sabes dónde estás es un buen título para describir cómo nos sentimos.

No sabemos dónde estamos, no sabemos cómo nos sentimos, no sabemos lo que tenemos, no sabemos lo afortunados que somos por haber nacido aquí y no allí… no sabemos nada.

No sabemos como aguantar el dolor de los ojos de las personas que malviven en Vasilika, un campo militarizado donde cientos de personas refugiadas sobreviven bajo unas condiciones inhumanas.

Entrar a Vasilika es desolador.

Es un campo con varios hangares vacíos, enormes, con grietas, con puertas de más de 5 metros que no cierran, rodeados de tierra marrón que se vuelve barro cuando se moja… los ratones, las ratas, serpientes, perros callejeros, gatos y toda clase de insectos… se mueven a sus anchas entre las tiendas de lona de ACNUR, donde familias enteras viven sin agua corriente y con camastros hechos de mantas grises que raspan…

Entrar a Vasilika es saber lo que es la dignidad.

Cientos de familias viven en estas condiciones, pero no pierden la dignidad. Saben que no merecen esto, que no tienen la culpa de estar viviendo este infierno. Dignidad porque han hecho de esto su hogar.

Duchas de agua fría. Cocinar en el suelo con bebés rodeando el fuego. Temperaturas bajo cero sin poder encender una estufa porque la electricidad que hay en el campo es tan frágil como sus derechos.

No sabemos lo qué tenemos.

Nosotros no sabemos muy bien cómo nos sentimos… sabemos que estamos tristes, desolados. Con un nudo en pecho que no nos deja respirar, que duele, que presiona nuestra cabeza y que nos hace no entender nada de este mundo loco.

Familias enteras, niños y niñas de la edad de Clara y de Emma, niños y niñas de 10,11 o 12 años, bebés de meses… padres y madres que ven cómo sus hijos e hijas no tienen nada, sólo la dignidad que ellos les dan, sólo su esperanza. No tienen derecho a ir al cole, o a no tener piojos, no tienen derecho a una ducha caliente, no tienen derecho a no tener la piel llena de ronchas y heridas.

Nosotros imaginamos a cada rato que esos podríamos ser nosotros, nuestras hijas, nuestra familia. Y no podemos soportar ese dolor. Esa tristeza, esa impotencia. Esta Europa, la nuestra, nosotros, nuestros gobiernos, les hemos cerrado las puertas. Les hemos condenado al olvido. Les hemos condenado a este infierno sin salida.
Nos hemos convertido en jueces sin serlo, nos hemos convertido en jueces inhumanos, que les están robando el presente y sobre todo, su futuro.

Niños y niñas que quieren ser médicos, ingenieros o boxeadores… niños y niñas que no piensan en el futuro, porque no pueden. No lo tienen…

Sólo tienen este presente de mierda de que todos nosotros somos cómplices y al que todos nosotros ignoramos y damos la espalda.

Nosotros no sabemos cómo sentirnos, no sabemos qué hacer, porque no podemos hacer nada. No está en nuestra mano, pero en realidad sí.
Estar aquí debería ser obligatorio para la humanidad, para poder llamarnos así, deberíamos ver como mal viven, deberíamos ser nosotros y no ellos, por qué no? quizá así seríamos más solidarios, más empáticos y quizá así exigiríamos al mundo que pare esta barbarie.

El otro día Paloma hizo una entrevista a Linda, ella es de Siria y tiene 27 años. También tiene dos hijos que su ex marido se ha llevado de vuelta a Siria, tras intentar pasar 10 veces a Turquía por la Frontera con Siria y luego coger un bote hasta Grecia… ¿os imagináis el infierno que debe estar pasando esta mujer? No podemos. No podemos ni siquiera imaginarlo… Ella le decía a Paloma, que prefería volver a Siria a morir bajo las bombas que seguir viviendo de esta manera… La dignidad es lo único que les queda y poco a poco se la estamos robando también.

Esto es muy duro…

Nos hemos colado, si, de manera ilegal en un campo militarizado, y nos hemos dado una hostia de esas que duelen en el alma, porque una cosa es que te lo cuenten y otra muy diferente es verlo. Ver cómo viven, ver cómo lo han perdido casi todo. Pero lo más duro es soportar las lecciones de generosidad que nos han dado esas familias.
Cuando llegas a sus casetas de lona, ellos te lo dan todo, te dan hasta lo que no tienen. Te invitan a té, a cenar, a comer… de verdad que si algo estamos aprendiendo es: qué mierda de sociedad estamos haciendo.

Es el mundo al revés, los que lo tienen todo no dan nada, y a los que todo les han quitado te lo dan hasta lo que no tienen…

Pero nosotros no estamos trabajando en ese campo. Estamos en un proyecto que se llama EKO CAMP, donde los voluntarios y las voluntarias se dejan la piel para que las personas que están en Vasilika vivan un poco mejor. Es un oasis de esperanza que nos ayuda a entender como en este mundo no todo es malo, ni todos son malos. Hay mucha gente buena que lucha por crear un mundo mejor. Ya os contaremos más adelante qué es este proyecto y cómo podéis colaborar con ellos.
Nosotros estamos colaborando con uno de los proyectos que ya existen, con EKO TV, realizando un informativo con los niños y niñas, donde ellos cogen las riendas y se convierten en reporteros, presentadores y cámaras, pronto también podréis ver el primer informativo, EKO NEWS.

Por hoy, esto es todo…

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