RUMANÍA, un país para perderse – Parte 1

Hace unos días cruzamos la frontera de #Hungría con #Rumanía, era muy tarde y estábamos cansados, paramos a dormir en la primera ciudad que encontramos. Para nuestra sorpresa, resultó ser una gran ciudad de lo más atractiva para visitar.

#Oradea, que así se llamaba, nos trajo unos recuerdos muy cálidos pese al frío que hacía, que aunque menor que el que habíamos estado pasando en Centro Europa seguía siendo algo reseñable.

Oradea nos recordó al calor y la humedad que soportamos (sin ningún esfuerzo) en Santa Cruz de #Bolivia hace ya 7 años.
No sabemos por qué y quizá cualquier otro/a viajero/a podría decirnos que no tenemos razón, pero los recuerdos son así de caprichosos y a veces juegan a parecerse unos a otros cuando en realidad no tienen nada que ver… pero esas calles anchas, con gente relajada paseando o de camino a algún sitio, esas casas bajas, los letreros y carteles… si, seguimos pensando que se dan un aire bastante parecido…

Esa noche no nos costó mucho encontrar donde dormir, pusimos rumbo al centro de la ciudad y aparcamos al lado de una Iglesia en una calle que parecía principal y que luego confirmamos… a partir de las 04.30h los autobuses empiezan a llevar a sus pasajeros a sus destinos y la calle se llena de gente poco a poco…

La ciudad de día, todavía nos gustó más y fue un buen aperitivo para saber que Rumanía nos iba a encantar.

Estábamos a más de 500 kilómetros de Bucarest y teníamos tres días para llegar.

Las carreteras no son las mejores, pero los paisajes y los pueblos pintorescos hacen que los kilómetros sean muy entretenidos.

Las construcciones van cambiando a medida que te acercas a la capital, y hay muchos pueblos durante todo el camino, cada uno con su Iglesia Ortodoxa, que son muy diferentes a las que habíamos visto, tienen cúpulas plateadas o doradas y muros blancos, ¡nos parecen muy bonitas!, también tienen su cementerio y todos tienen una floristería pequeña o puesto de flores. Hay pequeñas capillas durante todo el camino y sus paredes están decoradas con pinturas de colores, ¡una pasada!

Hay muy pocas autovías, así que la gran gran mayoría del camino lo estamos haciendo por carreteras nacionales, algo que nos encanta porque hemos visto el país de noroeste a sureste a un ritmo relajado y guardando en nuestra memoria cada imagen.

Comimos en un restaurante/hotel de carretera con un nombre muy propio: Transilvania y pedimos dos platos típicos rumanos: una sopa que lleva de todo y a la que tú tienes que añadirle carne, una guindilla verde encurtida y una especie de nata que parece una crema de yogur, este plato se llama #Ciorbă de Fasole cu Ciolan, y aunque se suponía que venía servido dentro de un pan de hogaza, el pan venía en una panera a parte, nos gustó bastante pero ¡llena mucho! Y de segundo plato pedimos #Sarmale, que son unas hojas de repollo en salmuera rellenas de una mezcla de arroz, cebolla y carne, acompañado de #mămăligă, muy parecido a la polenta y que a nosotros nos recuerda a una especie de puré de patatas o a un cus cus muy pasado y apretado… también tiene un poco de la harina de arepa 😂😂 el caso es que está bueno y hace estupendo de acompañamiento para la carne.

El día de carretera nos llevó entre árboles amarillos, naranjas, rojos y marrones, hojas revoloteando a nuestro alrededor y faldas de montañas teñidas de los colores del otoño, hasta #Cisnădie, donde había un camping.
Pero el camping estaba un poquito alejado de la ciudad y al llegar no había nadie, así que esperamos un buen rato por si aparecía alguien, pero no llegó nadie, así que decidimos ir al centro del pueblo y dormir de nuevo en la calle, esta vez mucho más tranquilos.

A la mañana siguiente seguimos hacia #Bucarest, porque necesitábamos poner unas lavadoras y en los pueblos de Rumanía no se estilan las lavanderías…

Os seguiremos contando 😍😍😍

#RumaníaNosEncanta #VayaViaje #VueltaAlMundo #Autocaravana #Ruta1 #Europa

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